El origen del tiramisú
El tiramisú de Cosme III de Médici
La que más atrás en el tiempo sitúa la invención del tiramisú es la que lo explica como una ofrenda hacia finales del siglo XVII, en Siena, al por entonces Gran Duque de Toscana, Cosme III de Médici. Los pasteleros de la ciudad habrían decidido reflejar en un dulce las virtudes del aristócrata y para ello emplearon el café, recién llegado a Europa, como representante de su fuerza, el cacao como símbolo de su virilidad y el queso mascarpone como el de su humildad, un tridente que en compañía del resto de ingredientes tomaría el nombre de Sopa del Duque. La historia es tan interesante como creíble, pero prestando un poco de atención, fijándonos en las particularidades que en aquella época tenían los productos empleados, nos damos cuenta que no puede considerarse veraz. Por un lado porque emplear huevos crudos en la elaboración de una crema por aquel entonces era un hecho demasiado complejo, inusual y sobre todo peligroso, dado los precarios métodos de conservación existentes y el consiguiente riesgo de salmonelosis; y por otro, porque encontrar en plena Toscana y en buen estado un queso tan tempranamente perecedero como el mascarpone, no especialmente cerca de la zona en la que se producía entonces, la Lombardía, no era lo habitual. Ambas circunstancias hacen difícilmente verídica la historia.
El tiramisú de Camillo Benso
La segunda leyenda más difundida en torno al tiramisú, que sitúa el surgimiento del postre en pleno siglo XIX, es la que atribuye su creación a una pastelería de la ciudad de Turín y la motivación a otro tributo, esta vez rendido al conde de Cavour, Camillo Paolo Filippo Giulio Benso, más conocido simplemente como Camillo Benso. Este noble, político y estadista italiano fue el responsable de conseguir la unificación de los diversos estados en los que se encontraba dividida la península itálica, no sin oposición, gracias a su posición como ministro del reino de Piamonte y a la hábil política que lideró. Fue durante aquel proceso cuando, según cuenta esta historia, la repostería turinesa le ofreció el dulce como ayuda para llevar a cabo la gran empresa en la que se había embarcado. Pese a lo patriótico e incluso emocionante que el relato pueda resultar, las razones para descartarlo pasan por parte de los motivos anteriores: preparar el tiramisú con los medios productivos disponibles entonces no era seguro para la salud y, seguramente con esto en cuenta, es improbable que una receta así terminase como sincero obsequio a una figura como la del conde de Cavour.
El tiramisú de los burdeles
Una tercera historia sobre el origen del tiramisú, situada temporalmente hace poco más de medio siglo y ubicada geográficamente en la parte este del norte de Italia, en la región del Véneto que tiene por capital Venecia, cuenta que el goloso tentempié vio la luz por primera vez en un burdel. Según contó al Corriere della Sera el responsable de los restaurante Toulá, Arturo Filippini, en la década de los cincuenta los prostíbulos de la ciudad de Treviso, que por entonces tenían a un cocinero en nómina, comenzaron a ofrecer a sus clientes de manos de la madame un plato con supuestos efectos reconstituyentes e incluso afrodisíacos. El dulce era presentado ante los parroquianos prometiéndoles que los "llevaría arriba", que en dialecto véneto se expresaba con "te tira su". De ahí derivaría en "ti tira su" italiano y, al popularizarse, comenzaría a llamarse con el nombre que le quedó: tiramisú.
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